Desde hace unos días vengo observando que Álvaro ya empieza a tener un poco más de estabilidad al sentarse y poco a poco, ha conseguido mantenerse él solo.

Hoy me ha dado la sorpresa. Le he dejado sentado en el parque (apoyado en la malla) mientras iba a prepararle el biberón y cuando he vuelto estaba echado para adelante apoyado sobre sus manitas. No he podido evitar echarme a reír. Lo siento, pero es que se me parecía a un gorila, sentadito y apoyándose con las manos en el suelo para no darse un golpetazo en la carita.

Acto seguido se me ha quedado mirando, como diciendo, ¿pero qué haces mamá, de qué te ríes? Y él se ha puesto a sonreírme también, y claro, a mí se me caía la baba. Es que está para comérselo.

Estaba más gracioso, me ha encantado verle así, tan mayorcito ya y todo un hombrecito. Pese a que siguen siendo bebés, ya no lo son tanto, y por un lado te da pena y por otro te alegras de que esté feliz y vaya creciendo. Y lo que es más importante, que vayas viendo su evolución.