Hace unas semanas, mi pequeña Paula comenzó a dar sus primeros pasitos por sí sola y ha sido hace un par de días cuando se ha soltado definitivamente, con todo lo que ello conlleva.

Desde entonces, sólo quiere andar y andar, explorar nuevos rincones y llegar ella solita a sitios y cosas que antes conseguía estirando la mano o llamándote para que se lo dieras.

Por un lado, me gusta verle andar, tan precavida y tan despacito, intentando no perder el equilibrio… pero si lo pierde, rápidamente echa el culete para atrás y se sienta o pone las manos en el suelo para no caerse de boca. Es un acto reflejo que me sorprende, ya que Álvaro no lo controlaba tanto. Imagino que el hecho de que ella haya gateado mucho, tiene bastante que ver para este caso en concreto.

Pero por otro, lo que no me gusta de esta nueva «independencia», es que definitivamente se me ha hecho mayor… ya me queda poco del bebé que fue, y ha sido tan buena y la he disfrutado tanto, que me da un “no se qué” pensarlo. Pero bueno, es lo que hay y hay que pasar por todas las etapas.

El próximo lunes empieza la guardería, por lo que también espabilará mucho y antes de que me quiera dar cuenta ya estamos quitándole el pañal y pasándola de la cuna a la cama.