Álvaro está a puntito de soltarse a andar solito. De ahí que quiera estar todo el día recorriendo la casa de arriba abajo.

Yo le doy la mano y así estamos todo el tiempo. Vamos a donde él quiere ir. Pero hay ocasiones en las que tengo que hacer algo o no puedo ir agarrándole y se enfada y se pone a llorar.

Pensando qué podría hacer para que fuera a su ritmo, se me ocurrió enseñarle a desplazarse en el correpasillos de Pocoyó que le regalaron cuando nació.

Al principio no le hizo mucha gracia y apenas quería estar sobre él pero poco a poco se ha convertido en su medio de transporte preferido y en mi salvación en determinadas ocasiones.

Así, cuando tengo que preparar la comida o arreglar la casa, le pongo en el correpasillos y él va siguiéndome a todos los sitios. Vamos jugando haciendo que me pilla y se parte de risa. Se lo pasa en grande y no quiere que le quite de él. Yo creo que se ha dado cuenta que así es un poquito más independiente y puede ir a todos los sitios cuando quiera por lo que le encanta.

Pero ahora tenemos un nuevo problema: la seguridad en casa para el pequeño, ya que accede a sitios que antes no hacía y tengo que tener mil ojos con él.