Los órganos de visión se desarrollan cuando el bebé está dentro del vientre materno. Pese a que tiene los párpados cerrados, si acercamos una luz intensa o, mismamente, el reflejo del sol, a la barriga de la madre, éste aprieta los párpados, o puede seguir dicha luz desde el interior.
Al nacer, lo primero que ve es a sus papás, pero para reconocerlos, al principio se guía por su olor y su tono de voz, más que por su vista, ya que lo único que distingue las primeras semanas son luces intensas o muy brillantes.
En ocasiones, cuando les hablamos, los bebés a veces giran la cabeza o se vuelven hacia nosotros, haciéndonos creer que nos están viendo pero nada más lejano de la realidad, ya que los pobres, apenas consiguen enfocar en los primeros meses de vida.
Poco a poco van mostrando una agudeza visual mayor y es, a partir del mes de vida, cuando el recién nacido comienza a distinguir objetos alargados y contrastados con el fondo, como puede ser nuestra cara.
Al mes y medio, el bebé ya se fija en lo que hay a su alrededor y empieza a controlar su cabeza. En unas semanas más descubrirá sus manos y se pasará bastantes ratos moviéndolas y viéndolas como un gran descubrimiento.
Conforme vaya desarrollando la coordinación, nuestro bebé irá teniendo mayor visión sobre los objetos, hasta que sepa lo que quiere o no coger sin necesidad de que se lo ofrezcas. Dicen los expertos que hasta el tercer mes no son capaces de percibir los colores ni coordinar los movimientos del ojo y de la cabeza.
Los juguetes para bebés suelen ser de colores chillones para así llamar la atención del pequeño y hacer que vayan fijando la vista. Es muy importante mostrarle juguetes para que se fije, y escondérselos más tarde para que se sorprenda y los busque, así nos daremos cuenta de que la coordinación y desarrollo visual es el correcto.